Magdalena lleva más de 17 años enseñando, a pesar de que los limitados recursos económicos de su familia no le permitieron terminar la educación secundaria. Era la menor de 12 hermanos y no había suficiente dinero para la escuela de todos. Pero la vocación que albergaba no entendió de límites. Ella nos cuenta su historia…

“Mi carrera como maestra comunitaria comenzó cuando un grupo de madres y padres de la comunidad de un municipio de Matagalpa me pidió de que les apoyara dándoles clase a las niñas y los niños de preescolar. Desde entonces ejerzo de maestra de manera ininterrumpida, hace más de 17 años, al servicio de la enseñanza de más de tres generaciones.

Desde mis inicios como docente siempre abogué y gestioné las mejoras de los ambientes escolares para los estudiantes. Al inició impartía clases en la capilla, luego pasamos a la casa de una de las familias y, cuando construyeron el colegio, estuvimos dando clase en un aula compartida, en la biblioteca e incluso en la cocinita escolar.

He aprendido el oficio de docente a la práctica y a golpe de desafíos que, con vocación, he superado. Enseñar en pequeños espacios y con poco material fue un reto, tuve que aprender a innovar. De la mano con Educo pude participar en diferentes procesos de formación y logré conocer los derechos de la niñez, aprendí a trabajar con materiales del medio y a explotar el juego como principal aliado de la enseñanza.

Mi principal estrategia como docente ha sido atender a cada niña y a cada niño de manera individual y en coordinación con las familias. El proceso de comunicación con la familia es importante, porque muchas madres y padres piensan que en el preescolar las niños y niños no aprenden, solo juegan.

El juego, así como la enseñanza, a partir de materiales didácticos con recursos del medio son mis principales tácticas dentro del aula, Mediante estas dos prácticas mis estudiantes han logrado la integración, la coordinación de la motricidad fina, han aprendido habilidades con el canto y despiertan la curiosidad con los colores.

Mi labor va más allá de la escuela. Además de atender a los alumnos de preescolar, estoy a cargo de la formación de dos madres de familia, a quienes con el apoyo de Educo estoy formando como promotoras de educación inicial. Si algún niño falta a clases yo les visito casa a casa y les motivo a regresar a la escuela.

Para mí lo más importante en la docencia es la vocación y la entrega. Eso pasa porque cada niño es particular, ninguno aprende de la misma manera y se debe respetar. Lo más valioso de ser docente es aprender de los niños y ver mi esfuerzo recompensado en estudiantes que han logrado alcanzar sus sueños universitarios.”